No podemos decir que esta semana conmemorativa de aquel intento fallido de golpe de Estado de 1981, se haya limitado sólo a tal efemérides, ni mucho menos. Hemos tenido casi de todo, hasta unas notas folclóricas del mundo del arte, folclórico sin ánimo de ofender a ese género artístico, sino porque dos de sus integrantes, que en el pasado tuvieron sus días de gloria, han aparecido en estos momentos con una nota si no graciosa, dada la repercusión que puede tener, si que es estrafalaria, esperpéntica con perdón de don Ramón. Y está relacionada con el Covid 19, cómo no? Se trata de la doctrina acuñada por la pareja Abril/Bosé que, a través de algunos medios de comunicación, han divulgado su intención de no vacunarse, haciendo burla además, desacreditando los efectos positivos que pueda tener la vacuna. Victoria Abril y Miguel Bosé, tienen a su favor la popularidad con la que cuentan, lo que da credibilidad a todo cuanto digan, aunque sean barbaridades sin ninguna justificación legítima más que la de su propia opinión. Qué la vacuna, no sirve porque aun no se conocen los efectos secundarios, que nos están utilizando como cobayas para experimentar al tiempo que las industrias farmacéuticas se inflan a ganar dinero, que no hay argumentos científicos que avalen el efecto de las vacunas, etc. Todo esto, crea alarma sobre todo entre los escépticos que siempre abundan y hablan de conspiraciones. Por lo general, el escepticismo cuaja mucho mejor entre los peor informados, los que no leen periódicos, ni libros que no sean de entretenimiento. Los que se informan incluso con más de algún periódico, incluso revista científica, son tratados de incautos que quieren creer lo que les dicen desde esos medios. La paradoja existente es que, tanto escépticos desinformados como crédulos con información, pueden ser igualmente engañados. Por poner un ejemplo que en estos días también ha adquirido notoriedad. Hay un país que no se llama “jauja”, tiene por nombre Canadá. Paradigma de orden, respeto por la diversidad ambiental y los derechos humanos, calles inmaculadas las de sus ciudades. Es el ejemplo a seguir, todos quisiéramos tener “una casita en Canadá”, canción popularizada en los años 60 (del pasado siglo? pues claro, de cuándo si no?) La cantaba Elder Barber. Bien, pues de Canadá nos llega la noticia del daño irreversible que causan sus empresas extractoras de recursos naturales en las selvas de Centroamérica, y de propina, las salvajes violaciones que han hecho a mujeres nativas, el personal de estas empresas. Sin embargo, a nadie se le ocurre hablar mal de Canada, todo lo que allí se hace está bien y lo aceptamos, pero lo cierto es que, a veces aparecen en los medios alguna de sus lindezas que ponen los pelos de punta.
Lo del golpe de Tejero, es otro cantar como asegura Javier Cercas en su artículo de este 23 de febrero : no hay ningún secreto en lo que se refiere al golpe de Estado de aquel año 1981. Decepcionante para los estrategas de la mentira, como argumento para validar cualquier cosa: todos creen en ella, de ahí su éxito, alimentándola cada año, con un nuevo dato, este sí “desvelado” como gran secreto nunca antes sabido. Lo nunca antes visto, como en el circo.
Resulta atractivo siempre, decir que no sabemos todo lo que ocurrió. Para cierta prensa, los atentados de Atocha del 2004, desde aquella primera fase en que fueron atribuidos sin dudar un ápice a ETA por parte del gobierno del Partido Popular de entonces, temeroso de que los atentados buscaban dar un vuelco a las elecciones de aquel año en favor del PSOE. Hasta ahora mismo, si bien ya con menos énfasis, se ha seguido diciendo que no estaba todo dicho, durante semanas, meses incluso, aparecía nuevos datos aportados por los investigadores de ese diario de Pedro J., cuando no sacaban algo de la famosa furgoneta “Cangoo”, lo hacían de algo que indefectiblemente para ellos conducía a ETA.
Con el golpe de Estado de Tejero, hemos sabido y sabemos lo fundamental: los autores, cosa que parece insuficiente para cierta izquierda y así, poder seguir difundiendo que el verdadero responsable del golpe fue el rey Juan Carlos I, que lo urdió e inspiró, para salvar la legitimidad monárquica y de paso ya, la democracia. Esta teoría la utilizaron en su favor, los propios golpistas, para defenderse ante el tribunal que los juzgó con el argumento de la obediencia debida a su jefe, el propio rey.
Las mentiras sirven sobre todo, para calmar los ánimos y dar tranquilidad a quienes creen en ellas. Lo cierto es que en ambos casos, los mentirosos han quedado con el “culo al aire”, con perdón: los Aznar, Acebes y El Mundo como paladín de la “prensa de investigación”, quedaron desacreditados ante la evidencia de la autoría de los islamistas. Del rey Juan Carlos I, pues miren Vds. el lamentable estado por el que pasa, y no por la edad, sino por sus escándalos, no son la mejor coyuntura para romper lanzas en su favor, pero lo cierto es que fue Juan Carlos I, rey de España entonces, quien paró el golpe. Por ello, todo el país estuvo mudo hasta después de su discurso, cuando ya con cierta tranquilidad, el pueblo se echó a la calle para protestar por la asonada gamberra de Tejero y compañía. Y no quedando todo el protagonismo de aquel fracaso en favor del emérito. Un hecho del que no se habla en demasía, fue el sentido que tomó aquella jornada con el papel de aquellos tres hombres que haciendo frente a las armas de los golpistas, se negaron a obedecer sus mandatos arrojándose al suelo como ratas cobardes, tal como hizo toda la cámara, incluidos nuestros futuros nuevos paladines de la democracia, Gonzalez, Guerra, Fraga y compañía. Aquellos tres temerarios hombres de los que tan poco se habla, eran los tres del antiguo régimen franquista, dos de ellos del bando vencedor de la guerra, el falangista Suárez y el general Gutierrez Mellado, el otro pertenecía al bando perdedor y perseguido a muerte por Franco. Ninguno de estos tres hombres, besó el suelo.
Por todo ello, bien hubiera estado la presencia en España de Juan Carlos, para haberse unido a la conmemoración de la efemérides, y haber rememorado algún aspecto de aquel día, como el de aquellos hombres que se enfrentaron a la turba golpista y sus metralletas, mientras él pensaba desde la Zarzuela sobre “qué hacer”, silencio aquel que sirvió de argumento a los conspiranoicos para especular sobre lo que estaría haciendo el monarca, y lo que hablaría con los generales. Todo ello, sirvió para alimentar la teoría de la participación del rey. Claro que participó, nadie puede dudarlo ahora, pero entrar en especulaciones de si pensó en algún momento hacerlo de manera diferente a cómo sucedió, son ganas de marear la perdiz. Participó, claro que sí, y lo hizo en beneficio de la democracia.
Sin embargo, no estuvo en España, por mera cobardía, pues nadie le podía prohibir su presencia ni su propio hijo. Y así, quedó peor de lo que ya estaba. Su descrédito aumentó en grado sumo, a lo que cabe añadir su última actuación, la entrega a la Hacienda española de 4,4 millones de euros prestados por sus amigos, alguno de ellos como su primo Alvaro de Orleans, rama dinástica de los Borbones, enemigas ambas en otro tiempo, figurando un Orleans como aspirante en la actualidad a la Corona de España y otro Orleans, más lejano en el tiempo, figurando entre los diputados de la Convención que votaron a favor de la guillotina contra el Borbón Luis XVI cuando la Revolución francesa.
Como dice el científico Javier Sampedro, parece que la gente en este país está empezando a leer la prensa. Bien!!!